Por Francisco Navas
Presidente CR San Salvador Sur
Cuando me casé sabía que mi esposa había pertenecido a Rotary y, aunque no entendía mucho de la organización, sabía que era de servicio. Al crecer nuestras hijas, mi esposa insistía en que necesitaba volver a Rotary, y cuando ella quiere algo, es muy difícil hacerla cambiar de opinión. Al poco tiempo era Rotaria, y se veía feliz, toda la familia la acompañábamos; la gente era amable y había mucho compañerismo; pero no lograba entender esa extraña fraternidad. Desde mi punto de vista, era una bonita experiencia.
Se llegó el día en que ella se convirtió en presidente de su Club, más compromisos, más reuniones… no estaba seguro si me gustaba, pero la hacía feliz. Era junio y las jornadas de tomas de posesión de presidente eran cada semana. Llegó una invitación especial y viajamos a una ciudad a tres horas de camino.
Cada compromiso se volvía un viaje familiar y todo concurrió con normalidad, hasta que decidimos regresarnos. Nuestra hija pequeña empezó a quejarse de un dolor intenso en el estómago y pasamos a un hospital. No conocíamos a nadie y mi esposa decidió llamar a una amiga Rotaria, quien rápidamente le mandó a la esposa de un Rotario que era gastroenteróloga.
Resultó ser una apendicitis perforada y había que operar de emergencia. En ese momento la incertidumbre, el miedo, la desesperación y la angustia se apoderan de los instintos paternos y te sientes solo.
Minutos después, el hospital se empezó a llenar de desconocidos que al llegar nos abrazaban y nos decían que todo estaría bien; médicos, amigos, estaban junto a nosotros todo el tiempo como una familia. La cirugía fue casi a media noche, los rotarios nos ayudaron a entrar hasta el quirófano y teníamos a la orden al mejor cirujano pediatra de la ciudad; por supuesto, amigo de un rotario. Todo salió bien, gracias a Dios, pero solo era la primera parte, mi hija debía estar en el hospital dos días más y los rotarios seguían llegando a todas horas, con flores y regalos; nos ofrecían sus casas, nos llevaban comida y nunca nos dejaron solos.
Ahí comprendí que Rotary no solo es una organización de servicio, Rotary es la familia más grande del mundo. Ahora soy Rotario y presidente de mi Club y Rotary es mi familia.