Por Susan Paola Rojas
Ser Rotaria constituye una de mis mayores fuentes de alegría, satisfacción y gratitud. Cuando busco el momento rotario más intenso, me veo obligada a recorrer un largo camino en el tiempo. Explicar con claridad las razones por las cuales no se relaciona con un acontecimiento en el que mi participación en un proyecto que iluminara la vida de otras personas generando prosperidad. Al contrario, el momento en el que viví la grandeza de Rotary tiene que ver con recibir.
Para poner en contexto mi momento rotario, comienzo por compartirles que nací en una casa de madera y con piso de tierra, ni mis dos hermanos ni yo tuvimos el apellido de nuestro padre, quien murió cuando éramos pequeños; nunca nadie de la familia había llegado a la universidad. La pobreza se había repetido por generaciones, a pesar de ser personas de bien y muy esforzadas.
Nuestra vida es muy distinta del mundo que les conté antes. Mis hermanos y yo concluimos la universidad y otros estudios superiores, tenemos vidas plenas y satisfactorias, gozamos de un alto sentido de solidaridad y vivimos en familias amorosas. Tuvimos algo de lo que muchos otros carecen, una madre dispuesta a creer en nosotros, lo que significó que cada uno encontrará su propia inspiración para salir de la pobreza y alcanzar sus sueños.
Y es justo en ese mundo en el que viví que surge mi momento rotario. Mi escuela era muy pobre y tenía muchas carencias, a pesar de que era una nena muy pequeña recuerdo con absoluta claridad que un lunes que llegué estaba irreconocible, pintada, reparada y con escritorios nuevos. Recuerdo que había unas personas sonrientes y felices de vernos, llevaban una camisa azul con el logo de una rueda dorada bordado a un lado del pecho. Además de la alegría de ver mi escuela tan linda, ¡nos regalaron cuadernos y una hermosa caja de crayones! Hoy todavía revivo la sensación de tomar esos lápices de colores, que pintaban con un brillo intenso y se deslizaban con facilidad por mi cuaderno, para iluminar esos paisajes que los niños creamos cuando imaginamos que vamos a pasear. ¿Qué había pasado? ¿Por qué nos daban todo eso? ¿Cómo podían esas visitas ser tan buenas con nosotros? Era tan hermosa la sensación de estar cerca de estas personas que nos sonreían y nos abrazaban que recuerdo haber pensado: ¡Algún día yo quiero ser como ellos, guapa y buena! ¿Por qué no? Existen, están aquí y ¡puedo tocarlos!
Aquellos visitantes, quizás sin darse cuenta, me contaron una nueva historia que elegí creer, había gente buena y yo podía llegar a ser así de buena también. No solo me regalaron cosas, me regalaron esperanza.
Con el tiempo reconocí que el emblema que llevaban esas personas en sus camisas era la rueda rotaria. Supe que eran miembros de Rotary, llegar a ser como ellos era una idea que me acompañaba, aunque siempre me pareció muy lejana, ¡tan lejos como llegar a otro mundo!
Recorrí un largo camino luego de ese día, mucho trabajo, esfuerzo y dedicación para vencer las barreras propias de la sociedad y de los desafíos de ser una mujer dispuesta a romper esquemas tradicionales. Sin embargo, hay imágenes que nos marcan y nos acompañan siempre para recordarnos que hay realidades más allá de nuestro entorno, pero que son posibles y alcanzables y que dar una mano, ser bondadoso y tocar la vida de otros para bien es un privilegio que debemos honrar y aprovechar.
Hace dos años, recibí por parte de una increíble mujer la invitación para unirme al maravilloso Club Rotario Guatemala Vista Hermosa. La impresión de tan inesperada llamada me invadió por completo, mi pensamiento regresó a esa imagen de la caja de crayones y a la sensación de estar cerca de esas visitas que me ofrecieron otra visión del mundo. Y pensé, ¿es esto posible? ¿Me están diciendo que puedo ser parte de ellos? Dios mío ¡ya llegué a ese mundo!
Mi momento rotario tiene que ver con recibir ese amor y entrega que cada rotario lleva en su corazón. Tiene que ver con lo que va más allá de los regalos que damos en las escuelas, el entrenamiento, la educación y las herramientas que proporcionamos a las comunidades. Mi momento rotario no comienza cuando me juramentaron como rotaria, sino cuando me inspiraron para llegar a serlo.
Lo mejor de todo es que luego de llegar aquí, tengo aún más sueños y anhelos. Deseo por tocar la vida de otros dentro de mis propias limitaciones, deseo ser una pieza de la fábrica nos da esa gran ventaja, no somos uno tratando de hacer un poco ¡somos miles, todos juntos trabajando para cambiar el mundo!