Miguel Morazán. Cuando supe del atentado sufrido por Clementina Suarez me hice presente al Hospital Centro Medico a preguntar por su delicado estado de salud. Al llegar me encontré con su sobrino Ángelo Bottazzi quien estaba en el corredor y de inmediato me invito a pasar a verla, realmente estaba ante un cuadro de horror, algo dantesco donde se miraba la saña con que la bestia la había atacado, valiéndose de que Clemen ya era una anciana indefensa. Al día siguiente entrego su alma al Divino Hacedor del universo, dejando con su partida un vacío enorme para los artes, literatura, la escritura y la poesía, la pintura, pues ella era su gran mecena, de todas estas manifestaciones culturales. Llegue a la funeraria Jardines de Paz de inmediato, me incorpore al grupo de rotarios de Tegucigalpa Sur, quienes no terminaban de aceptar aquella terrible realidad.
Ahí estaban sus sobrinos Ángelo Roberto Bottazzi Suárez, Felipe Antonio Peraza Zelaya, quien en ese año era el Presidente en función del Club Rotario Tegucigalpa Sur, Plutarco Castellanos (su médico de cabecera), Cesar Abadie, Guillermo López, Elías Lizardo, Juan Ángel Arias Rodríguez, Mario Flores Theresin, David Aguilar Paredes, Enrique Paredes y otros más. Después de una larga platica llena de anécdotas y recuerdos, tocamos el tema que ya habíamos arrancado la construcción del edificio donde albergaríamos el Centro Cultural Clementina Suárez, según lo acordado entre ella y Plutarco; y ratificada por una asamblea general de todos los socios del club, los cuales habíamos dedicado aceptar este proyecto como el proyecto de mayor envergadura cultural y el proyecto prioritario para Tegucigalpa Sur como club; pero hoy ante su muerte prematura quedábamos desprotegidos, pues no había nada por escrito del ofrecimiento del traslado de la obra pictórica a los rotarios de Tegucigalpa Sur como era su deseo y como se lo había manifestado a su médico y amigo Plutarco Castellanos, siempre y cuando los rotarios cumplieran su promesa de construir dicho centro.
En ese momento todos los rotarios allí presentes estábamos conscientes que al llevar sus restos a enterrar en un cementerio de Juticalpa; aquel deseo de la poeta y los rotarios, se miraba casi perdido y lleno de tinieblas. El traslado del féretro estaba planeado a partir a las 05:00 am. Para estar en Juticalpa muy temprano por la mañana. Yo insistía que teníamos que tener esa noche una reunión con su hija Silvia Rosa Suárez y Alba Rosa Suárez para formalizar la voluntad de Clementina, pero antes a la media noche fuimos al edificio pues yo insistía que se podría enterrar en lo que hoy es el estacionamiento del edifico, después de estar en el sitio me hicieron desistir de que aquella idea era imposible. Al regresar a la funeraria, llegamos a un acuerdo, de que lo mejor sería proponerle a sus hijas que Clementina fuera enterrada en Jardines de Paz Suyapa y cuando se pudiera incinerarla y sus cenizas descansarían en un nicho especial dentro del Centro Cultural, lo que jamás me imagine era que el grupo de rotarios me había seleccionado mí para reunirme esa misma noche con las hijas de la mal lograda poeta para formalizar la voluntad de Clementina de entregar la obra pictórica, el grupo de los rotarios allí presentes me dieron los lineamientos de lo que nosotros ofreceríamos, los gastos que absorberíamos pero sobre todo asegurarles a ellas que trabajaríamos arduamente hasta concluir el centro cultural que llevaría su nombre.
De inmediato me reuní con ellas en un salón privado del recinto de vela, al comienzo la plática giro en torno de la relación de Clementina y de ellas con mi suegra Rosa Eva Zúñiga Rosa, sobrina de Toño Rosa, padre de ellas y el gran amor de su madre y así poco a poco fuimos aproximándonos al tema, Silvia Rosa me apoyo siempre expresando que se respetaría la voluntad de su madre, Alba Rosa como buena abogada puso algunas condiciones tal como si los rotarios no concluíamos el centro cultural así como también si el centro cultural no cumplía con la finalidad de promover el arte y la cultura y ser la sede permanente de la obra pictórica, comprometiéndonos a la vez a velar y a restaurar la totalidad de las pinturas que ella donaba a Honduras a través de los rotarios del Club Tegucigalpa Sur como garantes de la funcionalidad del centro en eterna memoria de su nombre y su obra.
La obra pictórica volvería a ser de ellas, pero antes para ganar su voluntad les pedí que los restos de la poeta fueran sepultados en Tegucigalpa para en un futuro los mismos fueran cremados y enterrados en una urna en el centro cultural, La negativa de ellas fue de inmediato, pues ellas ya tenían todo listo en Juticalpa para enterrarla en el panteón del pueblo en la tumba de su familia.
Yo volví nuevamente a insistir que yo sabía que su entierro sería el más grande de la historia de Juticalpa pero luego pasarían al olvido igual que en el panteón donde pretendían enterrarla. Ellas volvieron a la carga y me dijeron que ellas no tenían la reserva monetaria para el entierro acá, a lo que respondí que Tegucigalpa Sur se haría cargo de la vela, ataúd, funeral y del entierro. Después de casi dos horas de pláticas, por fin salió humo blanco, ellas aceptaron la propuesta, la cual tuvimos que redactar en un acta especial, la cual hizo el Abogado Félix Oyuela, la firmo Silvia Rosa y Alba Rosa, aceptando todas las condiciones, yo firme como representante del Club Rotario Tegucigalpa Sur y el abogado Orlando Rosendo Martínez Lozano como testigo de honor, quien era Presidente de la Corte Suprema de Justicia en ese momento; quedando incluida también en esta acta que el Club Tegucigalpa Sur ocuparía el tercer piso del centro cultural para poder llevar a cabo sus sesiones semanales, autorizándonos a la vez utilizar el nombre de Clementina Suarez en todas las actividades de consecución de fondos pro construcción del centro cultura y la restauración de la obra; quedando también claramente establecido que la compra del terreno se había hecho en nombre del Club Rotario Tegucigalpa Sur pero que una vez habiendo concluido el edificio, teniendo nosotros en posesión las pinturas de la propiedad del edificio, debería pasar a la fundación del Centro Cultural Clementina Suárez, ya que toda la consecución de fondos fueron a nombre del Centro Cultural que llevaría su nombre y de esta forma garantizar que Clementina desde el más allá seguiría siendo la gran mecena de los artistas y la cultura en general.
Al terminar esta reunión, de inmediato ellas se comunicaron con sus parientes y amistades de Juticalpa para que de inmediato se trasladaran a Tegucigalpa para estar presentes a la hora del funeral y nosotros los rotarios por nuestro lado negociar la compra del nicho donde descansarían sus restos mortales para la eternidad.
Clementina siempre fue una mujer de primera línea, aún a la hora de su muerte ya que fue la primera en ser enterrada en esos nichos.
Quince días después las hermanas Silvia Rosa y Alba Rosa honraron la voluntad de su madre entregándonos los cuadros pintados por la mayor parte de los pintores famosos del mundo donde ella sirvió como musa de inspiración, los cuales estuvieron en custodia de las bóvedas de BANCAHSA en Comayagüela, mientras terminábamos el centro cultural el cual lo terminamos ocho años después de este día.
El jueves siguiente después del encuentro, tuvimos una nueva asamblea de Club donde toda la membresía nos dio el voto de confianza y aprobaron todo lo acordado, cambiando de esta forma el rumbo de la historia pictórica en Honduras.
Clementina fue la mujer más pintada de América su donación consistió en cincuenta cuadros al óleo y cincuenta dibujos en grafitos donde ella fue la musa de inspiración, todos los años celebramos dos semanas dedicadas en su honor, en mayo conmemorando su nacimiento y en diciembre su muerte. También hacemos giras por el interior del país llevando parte de la colección y se sus poesías.