Carlos Canseco y yo hemos sido amigos desde hace aproximadamente 45 años. Lo conocí cuando me trasladé a estudiar al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Nació el 17 de marzo de 1929 en la ciudad de México. Sus padres eran Carlos Canseco, médico de profesión, y Esperanza González, nieta del expresidente mexicano Manuel González. Estudió medicina siguiendo los pasos de su padre y se tituló de médico cirujano y partero en 1944. Se especializó en alergología en Chicago. A su regreso, se instala en Tampico y se casa con el gran amor de su vida: la regiomontana María Aurora Villarreal, con quien forma una familia de 10 hijos y 28 nietos.
Es nombrado director del Seguro Social de Nuevo León y, posteriormente, encargado de salud del estado, lo que le permitió ser el responsable de la jornada estatal de vacunación contra la poliomielitis. En una jornada conoce al doctor Albert Sabin, descubridor de la vacuna oral con virus vivo contra la polio, con quien cultiva una sincera amistad.
Abrazó el rotarismo en 1950 al ingresar al Club Rotario en Monterrey. A los 29 años era el socio más joven. En 1959 llega a ser gobernador del Distrito 413. En 1968 es nombrado director de Rotary International (RI) y en 1970, vicepresidente de la organización. En 1984 fue nombrado presidente de RI con su lema Descubramos un nuevo mundo de servicio, lo que lo convierte en el fundador de uno de los programas más humanitarios de RI, el Polio Plus.
El año 1982 define los esfuerzos de Canseco, que se enfocaron en emprender una obra que trasciende su paso por la vida: nace el programa Polio Plus, con el lema Dona un dólar y ocho niños no tendrán polio.
Era un hombre peculiar; en el ambiente rotario era conocido por su característico corbatín y un pañuelo del mismo color. Usaba sacos de llamativos colores, como el del año de su presidencia de Rotary: un saco amarillo «chorcha».
El gobernador Héctor Tito Guillén me pidió que invitara al doctor Canseco como orador a su conferencia. ¡Quién iba a imaginar que esta sería la despedida! Tres meses después presentó graves problemas de salud, ya no pudo recuperarse y murió el 14 de enero de 2009.
Este increíble hombre nos enseñó cómo ser un verdadero amigo, comprometido con el servicio y, sobre todo, a ser humildes a pesar de haber alcanzado el éxito.
¡Cómo olvidar su legado! Tenemos la obligación moral de honrar su memoria, y qué mejor manera de hacerlo que volviéndonos soldados y donantes en esta lucha contra este implacable virus.
Descansa en paz, entrañable amigo.